Cómo utilizar tu carisma para fidelizar clientes

Ya hemos comentado en posts anteriores sobre la importancia de saber diferenciarse dentro de un mercado de trabajo tan competitivo, existe una herramienta más que puedes utilizar para tal fin, tu propia personalidad. Tu carisma, aunque pocos lo sepan, es el condimento que puedes (¡y debes!) darle a tu negocio. Es ese “algo más” que hace que sea más fácil relacionarse contigo o que resulte más agradable tenerte cerca.

 

Carisma para fidelizar

En el mercado de trabajo, tu carisma puede ser de gran ayuda a la hora de conquistar nuevos clientes y fidelizar amigos.

 

Voy a darte un ejemplo: yo tengo un restaurante favorito que frecuento muy seguido. En este restaurante tengo a mi mesero favorito. Sí, él es uno de los mejores profesionales del local, pero confieso que esa no es la razón de mi favoritismo. Él es una persona extrovertida, de buen humor y siempre tiene una sonrisa en su rostro. Ese es su carisma, que “combina” con el mío. Claro que si yo fuera más seria tal vez preferiría un mesero más introvertido y silencioso, pero no es mi caso.

 

El poder del carisma

El ejemplo que te presento – parte de mi propia experiencia – es perfecto para que tengas una idea bien precisa de cuán importante resulta el carisma. Mi preferencia por ese restaurante y por ese mesero es tan fuerte por causa de la identificación que se genera y de su propio carisma que, la mayoría de las veces, mis amigos y yo preferimos esperar a que se desocupe una mesa en su sector, antes que caer en el de otro mesero. Y esa espera, muchas veces, se extiende por unos 45 minutos, o más.

 

Por lo tanto, el carisma es lo que va a hacer que tu cliente salga de su zona de confort para adaptarse a ti. Si el cliente tiene urgencia en un servicio, pero prefiere que TÚ hagas ese trabajo, va a aceptar pagar una tasa de urgencia o bien esperar un poco más hasta que tú tengas tiempo para tomar ese trabajo. Y esa es la diferencia entre un cliente fidelizado y un cliente que, si necesita, va a recurrir a otro profesional.

 

¿Y entonces?

Debes estar pensando: “Mentira. Si esperas por tal mesero es porque él siempre te atiende con más calidad y atención. Nada tiene que ver con el carisma”. Realmente. En general, él nos atiende con más calidad y atención a los detalles, nos repone nuestras bebidas preferidas antes de que se acaben y nunca nos deja esperando por mucho tiempo. Pero, como todo profesional, no es perfecto. Y es ahí en donde te demuestro que su diferencial ES su carisma. ¿Sabes por qué? Porque de vez en cuando, en vez de traerme la bebida regular que siempre pido me trae una light, la ensalada viene con cebolla en vez de sin, o se olvida la crema. Pero nuestra preferencia, nuestra fidelización, hace que nuestro nivel de tolerancia a los errores e inconvenientes sea mucho mayor. “Carisma, ¿y entonces?” Esa cosita mágica hace que tu cliente fidelizado tenga más paciencia para trabajar en base a tu disponibilidad, aceptando tus defectos y perdonando tus errores.

 

¿Y si no “combinan”?

No siempre las personalidades “combinan”, pero eso no tiene importancia. Tal como sucede con tu nivel de informalidad en las comunicaciones, tu carisma también puede ser dosificado. Si tu cliente es más serio e introvertido o si considera que un profesional de respeto es aquel que no anda mostrando su personalidad por ahí, vas a poder percibirlo en el primer contacto que tengas con él. Y, a partir de ahí, podrás dosificar tu carisma para combinar con las características de comportamiento que tu cliente espera. Eso sí, un consejo final: tu carisma deriva de tu personalidad. Por lo tanto, nunca te prives de agradar a un cliente. Eso, a largo plazo, generará insatisfacción en el relacionamiento con ese cliente. Puede ser más valioso que seas tú mismo y, potencialmente (porque no está garantizado), perder el cliente y conquistar otros tantos a futuro, que fidelizar a un cliente que hace que seas alguien que no eres.

 

Estamos convencidos que el trabajo debe ser una fuente de placer y de realización personal. Por lo tanto, controla tu extroversión, informalidad y otras características específicas que puedan resultar en gaffes o actitudes poco profesionales, pero a la vez busca un equilibrio entre ese control y ser tú mismo ante tus clientes.

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